Franco Jártiton se despertó tras la explosión en Rosario sin la pared de su departamento; a centímetros del abismo, fue capaz de rescatar a su vecina
Franco Jártiton, conmocionado tras salvar su vida en Rosario.
La madre y la novia de Franco se mueven con el impulso que empuja la desesperación. Van y avanzan entre los cables cortados, los vidrios rotos, lo ecos de un estruendo inaugural. Eugenia, la madre, es médica y logra sobreponerse a los improvisados controles que el protocolo de la urgencia requiere. Florencia la sigue.
Llegan hasta un estacionamiento de un supermercado del bulevar Oroño y desde allí divisan el séptimo piso donde vive Franco, el novio, el hijo. Y el panorama es desolador. No hay paredes en la espalda del departamento, solo techo y derrumbe. Hay gritos, desesperación y confusión. Ellas, aseguran haber visto a Franco por TV, vivo, gritando "estoy bien". Ellas quieren verlo.
Los periodistas buscamos un número. El número de muertos que nos de la magnitud real de ocaso. Dicen 20, 30 o 40 como si la tragedia fuera una lotería. Los familiares que corren hasta Salta y Oroño quieren ver, tocar y abrazar a sus seres queridos. Florencia y Eugenia no quieren que Franco esté en la lista que buscamos los periodistas. Franco sale al borde un balcón que no existe. Franco grita que está vivo. Vive. En la lotería de la vida, Franco sólo tiene un manchón de sangre.Horas antes
A las 9 de la mañana sonó el despertador, pero el futuro ingeniero químico de 33 años que está desocupado no puede levantarse. El despertador sigue sonando, pero el ruido que moviliza al muchacho es un pitido constante, llamativo, alarmante. Franco dice que estaba soñando. Entre el sueño y la ensoñación piensa en un escape de gas, pero sigue durmiendo. Acto seguido, el fuego, el ruido y el pavor. El joven aparece de golpe en el borde del abismo. En su departamento de siete pisos ya no hay paredes: sólo techo y piso.Franco esperó casi cuatro horas para ser rescatado. Desde abajo, su novia y su madre seguían con nerviosismo la acción, en medio del caos, las corridas y la esperanza. Distinguió entre los escombros la heladera y la cocina de su vecina. Empezó a gritar: "¡Norma! ¡Norma!"
El joven no vio muertos pero escuchaba que los gritos llegaban de todos lados. Franco Jártiton encontró antes de ser rescatado sus documentos y su celular. Tenía más de 40 llamadas perdidas. El hombre que no murió se despertó al borde del precipicio suspira profundamente "¡Ay Dios!". Se abraza con Florencia y Eugenia, las mujeres que no tuvieron que leer la lista negra que buscamos los periodistas en la mayor tragedia que ocurrió en Rosario.
La Nación